Samantha Jirón, una las presas política más joven del régimen
Universitaria, activista política, feminista y pintora. Estuvo en el exilio y tras volver a Nicaragua, a sus 21 años, se convirtió en rea de conciencia.
En la última semana, Carolina Jirón no ha tenido un minuto de sosiego. La mayoría del tiempo piensa en cómo estará su hija, Cinthya Samantha Padilla Jirón, conocida más por su segundo nombre y apellido, quien fue detenida dos días después de las elecciones del pasado 7 de noviembre.
Cada vez que sale de su casa en Masaya, rumbo a la estación de Policía III, en Managua, donde está su hija, debe detenerse en la calle para agarrar aire pues siente que se ahoga. Ella viaja diario para dejarle el desayuno y el almuerzo a la joven, que es una de los más de 35 opositores detenidos antes y después del día de las pasadas elecciones, según denunciaron los observatorios Urnas Abiertas y Monitoreo Azul y Blanco.
“A veces siento que ya no puedo más”, dice con la voz destrozada.
La madre comenta que se conformaría con “verla y oírla decir: ‘estoy bien, voy a resistir’”, como la escuchó otras veces durante los últimos tres años. Ella sabe que su hija es fuerte, decidida y resiliente. A los 18 años, Samantha se involucró en las protestas cívicas que detonaron en 2018 y por su participación en ellas fue orillada al exilio en Costa Rica.
Contra Samantha, de 21 años, ya se inició el proceso penal, aunque se desconoce oficialmente cuál es el delito. Sin embargo, a su mamá le dijeron que “estaba detenida por menoscabo e incitación a la soberanía nacional”.
“Ella no es alguien que tenga un perfil pesado, no es alguien que va a influir en sanciones ni nada. Lo único que hacía ella era publicar en sus redes sociales, como lo hace el 80% de nicaragüenses”, reclama su mamá.
Samantha es la mayor de los tres hijos de Carolina. Desde su infancia mostró ser extrovertida, alegre y muy amistosa. Por esa personalidad su mamá la integró en proyectos para potenciar sus cualidades y habilidades. Así fue como a los diez años se integró al proyecto psicosocial “Los Miguelitos”, que ayudaba a niños, adolescentes y jóvenes en situación de riesgo.
“Ella no estaba en riesgo, pero yo la metí con el propósito de que tuviera algo que hacer al salir de clases, que se desenvolviera en algo bueno. Allí fue donde aprendió a pintar y dibujar. Recuerdo que ella fue elegida como representante juvenil por varios años, porque hacían elecciones allí”, cuenta.
En el colegio era buena estudiante. Por sus calificaciones consiguió una beca para estudiar en una escuela privada. Y además en su adolescencia fue voluntaria en el Benemérito Cuerpo de Bomberos.
Cuando surgieron las protestas de 2018, ella estaba cursando cuarto año de secundaria y como muchos decidió sumarse.
“Yo estuve muy fuerte en las redes sociales, ayudé entregando víveres, asistí a muchas marchas y también ayudé con la atención a heridos en Masaya. Entonces, varias personas me identificaron. También pesó que mi novio trabajaba para el Gobierno y como renunció lo tacharon de traidor”, contó Samantha en una entrevista de la revista Niú, en diciembre de 2019.
El exilio
Tras participar en las protestas, Samantha comenzó a recibir amenazas. Primero en las redes sociales y luego con encapuchados a bordo de motos, que la intimidaron con quemar su casa. Así que decidió refugiarse en Costa Rica. En ese país se integró a un grupo de liderazgo promovido por la Fundación Arias.
“El grupo pasó a una etapa más avanzada y tomaron un curso (de liderazgo) en una universidad acá en Costa Rica. Después estuvo trabajando con nosotros en un proyecto de migración. Le dimos la oportunidad por esas características que tenía ella de trabajar con la gente”, cuenta Claudia Vargas, miembro de esta Fundación.
En el exilio, Samantha Jirón no perdió su objetivo de seguir estudiando. Así que busco oportunidad para terminar su bachillerato en horario nocturno. Y lo consiguió, en diciembre de 2019 logró bachillerarse y su historia se conoció en algunos medios de comunicación nacionales.
“Yo sentía esa necesidad de continuar estudiando porque nunca me imaginé perder un año (escolar) por una situación así, ni nunca pensé que tuviese que salir del país para resguardar mi vida”, dijo Samantha a la revista Niú.
Samantha no solo está interesada en el tema político. También se desarrolló como activista feminista. Así que cuando decidió regresar a Nicaragua, por lo complicado que se volvió la situación en Costa Rica debido a la pandemia, la Fundación Arias le encargó ser enlace en Nicaragua del programa Mujeres por la Paz, que busca visibilizar el machismo y el micromachismo que sufren las mujeres en la vida política.
“Ella siempre decía que la lucha era allá adentro, que tenía que regresar, que iban haber elecciones, que iba haber organización y que había que estar allá. Entonces siempre dijo yo voy a ser el enlace que tengan allá, yo voy a regresar y al final lo hizo”, dice Vargas desde Costa Rica.
El regreso a Nicaragua y su activismo político
Al volver a Nicaragua, se unió a la Alianza de Jóvenes y Estudiantes de Nicaragua (AJEN), con la cual ya tenía cercanía desde que estaba en el exilio. Allí fue escogida como secretaria. Esta organización era parte de la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (ACJD). Luego, ella se integró a la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB).
“Regresamos con la esperanza de tener incidencia política”, cuenta Adonis Alemán, quien también fue exiliado y es miembro de AJEN.
Samantha estudiaba en dos universidades. En la Universidad Paulo Freire cursaba Ciencias Políticas; y en American College, comenzó la carrera de Diplomacia y Relaciones Internacionales, pero en los últimos meses decidió cambiarse a Periodismo.
Según Carolina, antes de ser arrestada su hija había decidido apartarse de la política por el contexto represivo que surgió en el país. Además que “se sentía un poco desilusionada”. Así que después de vivir en casas de seguridad por un tiempo, volvió a casa de su mamá y estaba buscando un empleo para pagar sus estudios.
La entrevista que nunca fue
Según la versión que se conoce, Samantha Jirón fue capturada el nueve de noviembre por agentes policiales vestidos de civil cuando salía del hotel Holiday Inn, en Managua, después de brindar una entrevista a un medio de comunicación. “Al salir del hotel, los agentes persiguieron y detuvieron el vehículo (en que se desplazaba)”, denunció la UNAB.
Al siguiente día de su arresto, su mamá fue a buscarla a la Dirección de Auxilio Judicial (DAJ) y le dijeron que allí no estaba, que la fuera a buscar al Distrito III. Allí le confirmaron que estaba detenida.
“Desde ese día lo único que me he quedado haciendo es llevarle su desayuno y su almuerzo. Y como tengo que viajar, lo que hago es dejarle el desayuno y quedarme por allí esperando que se hagan las 12. Pero es duro porque alguna vez yo le dije ‘vos tenés ese deseo de luchar, pero acordate que cuando a vos te pase algo nadie va a luchar por vos, solo yo, y es lo que está pasando”, lamenta entre lágrimas.
El viernes 12 de noviembre, la abogada que acompaña su caso presentó un recurso de exhibición personal en favor de Samantha en los juzgados. Sin embargo, le dijeron que llegara el lunes, ese día su mamá llegó desde las nueve de la mañana y la hicieron esperar hasta casi el mediodía para decirle que volviera al siguiente día. El martes que volvió en busca de respuesta le dijeron “no tenemos ninguna documentación que entregarle”.
“Yo no sé qué pretenden, qué están averiguando. La verdad es que si comienzan a buscar en la vida de ella lo que van a encontrar es que es una jovencita muy esforzada, que lo que ella sabe y lo que ha logrado ha sido por su esfuerzo. No sé sinceramente cuál es el mal que ella les puede hacer”, se queja su madre Carolina.
Cortesía: Confidencial