La Risa como Remedio

Dos Viejitos Enamorados

El día de San Valentín, durante la cena, él la miró, y la miró admirado y finalmente juntó el coraje para preguntarle:
– ¿Quieres casarte conmigo?
Y ella respondió:
– Sí, sí, acepto!

La comida terminó y, luego de algunos intercambios agradables de palabras, se fueron a sus respectivos hogares.

A la mañana siguiente, él despertó preocupado y dudoso de la respuesta.
– ¿Dijo sí o dijo no?
No podía recordar.
Lo intentó y lo intentó, pero simplemente no recordaba, no tenía ni siquiera una vaga idea; inquieto, fue al teléfono y llamó a su amiga.

En primer lugar, le explicó que su memoria no era tan buena como solía serlo. Luego le recordó la noche hermosa que habían pasado y con un poco más de coraje, le preguntó:
– ¿Cuando te pregunté si querías casarte conmigo, dijiste, sí o no?
Quedó encantado al oírla decir:
– Te dije que sí, que sí, acepto y lo dije con todo mi corazón. Y estoy muy feliz de que me llamaras, no podía recordar quién me lo había pedido!

Contribución: L. Ortega

 

 

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