Estimado Señor Luis Almagro:
Comprendo que sea difícil para usted asimilar que Daniel Ortega, uno de los nueve dirigentes de la Revolución Sandinista, se haya convertido en dictador.
La hermosa gesta de nuestra revolución opaca la mirada de quienes aún piensan que el FSLN que retornó al poder en 2007 en Nicaragua, es el mismo que apoyaron en los setentas y ochentas.
Por desgracia este espejismo confunde a quienes imaginan que en Nicaragua hay una izquierda que merece su apoyo. La mampara de los símbolos los ha llevado a ignorar en nombre de la ideología los hitos que han revelado la verdadera naturaleza de Daniel Ortega, un hombre que ha cedido sus principios en afán de conservar el poder absoluto que ostenta. Su gobierno ha sido, sin duda, muy hábil en disfrazar las maniobras que le han permitido un dominio total sobre el Estado nicaragüense y sus instituciones. Tan es así que hasta usted parece negarse a las evidencias de su actual desgobierno. Yo creo, don Luis, que sus llamados a la legitimidad democrática de unas elecciones no son censurables. Usted, como secretario de la OEA tiene razón de defender esos mecanismos civilizados y desear que esta crisis se solucione con elecciones. Pero usted debe también abrir un poco el entendimiento para ver con quién está tratando. Quiero llamar su atención señor Almagro, sobre hechos que muestran la naturaleza del Daniel Ortega, que ha sido capaz, desde el 18 de abril, de mandar a disparar contra manifestantes desarmados, causando la muerte de más de 120 personas en 48 días de protestas pacíficas en nuestro país.
Ortega y Murillo han desatado una campaña de odio. Paramilitares, fuerzas policiales y anti-motines son enviados cada noche con licencia para matar, a sembrar el caos. No es la primera vez que sucede. Desde 2008, esta táctica de lanzar pandilleros contra las demostraciones de descontento ciudadano la hemos vivido en carne propia muchos nicaragüenses. Hemos sido vapuleados mientras la policía observaba y garantizaba la impunidad de estos ataques violentos. Así, mediante el miedo, controlaron nuestros gobernantes durante estos once años las calles del país. Ahora las quieren recuperar haciendo lo mismo. Excepto que esta vez la gente ha perdido el miedo. La extendida y constante presencia del pueblo en las calles, a pesar de estos castigos y asesinatos cotidianos, ha llevado al Orteguismo a perder toda mesura y a recurrir a falsedades para encubrir su responsabilidad. En un país que ha estado en paz, el más “seguro” de Centroamérica, el eufemismo de llamar “bandas delincuenciales” a quienes protestan es su manera de permitirse licencia para agredirlas y tratarlas como criminales. La gente se defiende con piedras y morteros caseros. Se les ataca con matones pagados y personal que porta armas militares y que tiene la pericia y los fusiles Dragonov de francotiradores que matan a sangre fría.
¿No ve usted acaso en ello la repetición del guion venezolano donde se manda a saquear y a hacer desmanes a grupos de matones para acusar luego a los que reclaman democracia? Eso mismo está sucediendo en Nicaragua. No en balde Daniel Ortega es aliado incondicional de Venezuela y también de Cuba, dos países que usted califica de dictadura.
Daniel Ortega y su esposa son personajes afiliados a la doctrina de que “el fin justifica los medios” Esto lo hemos aprendido por las duras los nicaragüenses. El y su esposa han tergiversado y manipulado nuestra historia, nuestros valores. Daniel Ortega es un hombre cuya hijastra lo acusó de abusar sexualmente de ella desde los 11 años; un hombre casado con una mujer que hizo un pacto con él y actuó contra su hija a cambio de una cuota de poder. Daniel Ortega es un hombre que fue capaz de acusar de traición e incitar el odio entre las bases sandinistas contra sus propios compañeros. Personas honestas, héroes de la revolución, han sido calumniadas y perseguidas. Quien se opone a Ortega es maldecido y acusado de toda suerte de mentiras. Yo misma aparezco como terrorista en un video que han distribuido recientemente.
Daniel Ortega es un hombre que pactó con el presidente Arnoldo Alemán, condenado por su corrupción y saqueo del Estado para poder ganar las elecciones en primera vuelta con el 35 y no el 45% de los votos como estaba establecido. Para ganarse a la Iglesia Católica, pasó de ser ateo a ferviente cristiano, y le cedió a su némesis Monseñor Obando y Bravo, la prohibición absoluta del aborto terapéutico en nuestro país, derecho que existía desde el siglo XIX, para las mujeres cuyos embarazos representaban riesgo para sus vidas. Fue con los votos del FSLN que se reformó y pasó esta ley en la Asamblea Nacional.
¿Cómo va a llamarse democracia, Señor Almagro, un sistema donde no hay separación estado-partido, donde se remueve a una diputada del FSLN electa popularmente por abstenerse de votar a favor de conceder a un empresario chino el derecho para construir un canal interoceánico por nuestro territorio, una concesión de soberanía con múltiples repercusiones que la Asamblea orteguista aprobó en cinco días?
¿Y qué decir de los fraudes electorales, en las municipales de 2008, y en la reelección inconstitucional de 2011, resultado de un proceso viciado como pudieron comprobar organismos internacionales? Esa maniobra permitió a Ortega obtener una mayoría suficiente en la Asamblea para cambiar la Constitución y poder reelegirse indefinidamente. Y es que la Asamblea, la Corte Suprema y el Consejo Supremo Electoral funcionan como instrumentos partidarios para hacer lo que se les manda. Carecen absolutamente de independencia, lo mismo que la Policía cuyos códigos y los del Ejército fueron cambiados para que incondicionales de Ortega fueran reelectos como jefes una y otra vez.
Sería muy largo, Señor Almagro nombrar las muchas tretas y maniobras con que la pareja Ortega-Murillo ha ejercido un poder cada vez más absoluto y concentrado en ambos. El nombramiento de Rosario Murillo, como vicepresidente es inconstitucional. Otra muestra de irrespeto a la legalidad y de la voluntad de esta pareja de establecer un poder dinástico.
Se lo puedo decir, es cierto, y publicar esta carta en los pocos medios independientes, pero ni esta carta, ni el reporte de la CIDH llegarán a ser conocidos por la mayoría nicaragüense pues la pareja presidencial y sus hijos son quienes controlan la mayoría de los canales de TV y las radios que abarcan todo el país. Cierto que recibieron a la CIDH, pero pídales que publiquen el informe con sus conclusiones y recomendaciones y verá que poco caso le hacen. Somoza también recibió a la CIDH después del genocidio en 1978. Ayer como hoy, la presión popular y el deseo de que usted creyera en ellos, los obligó a hacerlo. Usted conoce de primera mano que en 2015 Ortega anunció que no admitiría observación internacional de las elecciones. El acompañamiento que admitió de la OEA no impidió la maniobra que anuló a la coalición de partidos que sí podía competir. En 2016, durante la segunda reelección consecutiva de Ortega, ustedes presenciaron una elección donde sólo Ortega podía ganar, pues no tenía competencia, y el electorado respondió con una masiva abstención. Los trucos los hicieron y ustedes sólo fueron testigos de un proceso cuyo contenido fue vaciado de antemano.
¿Cómo pedirnos, Señor Almagro, que en estas circunstancias aceptemos el acuerdo que ha suscrito con el Gobierno, a espaldas de la sociedad nicaragüense, para “fortalecer las instituciones democráticas” de la dictadura de Ortega?
¿Cómo pedirnos que no reclamemos una libertad que se ganó en una guerra larga y dolorosa que costó más de 50,000 muertes en los años 70 y 80? Un reclamo de libertad refrendado por el heroísmo de todos los caídos durante nueva revolución pacífica.
No dudo, Señor Almagro que usted quiera la democracia y que su posición sea guiada por buenas intenciones, pero en este caso, se ha equivocado. Lo que demanda Nicaragua es que la OEA condene la matanza de Ortega y apoye a la mayoría del pueblo nicaragüense en su reclamo de lograr la renuncia de Ortega y Murillo, para facilitar, a través de una transición constitucional, un gobierno que organice, con la ayuda de ustedes, un proceso electoral confiable y transparente, para elegir nuevas autoridades a la mayor brevedad posible.
Como mujer, como madre nicaragüense, unida al dolor de tantas madres que han perdido a sus hijos en esta ola de represión que no cesa, le escribo esta carta abierta para rogarle que deje de oxigenar a este gobierno que, cercado por su propio pueblo, utiliza su aval para seguir con sus desmanes y causar la muerte de más nicaragüenses.
Espero que reflexione, que se quite la venda de los ojos y deje que el pueblo nicaragüense cumpla con su futuro y con los miles de muertos que nos exigen no permitir que se entronice otra dictadura en nuestro país.
Lo saluda,
Gioconda Belli
Cortesía: Confidencial