Sólo pensé: ¡Moriré!
Exclusivo para Nicas En El Exterior News

Por Leonardo Coca Palacios

Estando acostado en la cama del cuarto de aislamiento en el hospital, con fiebre, dolor de cabeza, náuseas, dolores musculares y estertor, rodeado de doctoras y enfermeras con trajes amarillos herméticos y suministro autónomo de oxígeno, recordé aquella frase lapidaria que Edgar Allan Poe escribió en su novela El Gato Negro: ¡Mañana moriré!

El 20 de marzo de 2020 a las 2:22 de la tarde había respondido una llamada telefónica para informarme: “Usted dio positivo para Covid-19”. La noticia me sorprendió pues pensé que la tos, la moquera y la dificultad respiratoria que experimentaba desde dos días antes habían sido causadas por el intenso frío que hace en la zona de la frontera entre Estados Unidos de América y Canadá.

De inmediato recibí orientaciones médicas y la orden estricta de aislamiento para evitar convertirme en vector de la temible enfermedad que ha cobrado la vida de centenares de miles de personas alrededor del mundo.

Mis familiares y amistades preguntan: ¿Cómo te contagiaste? Mi respuesta es desconcertante: ¡No lo sé!

Durante 25 años he sido periodista investigador, desde hace 20 años he sido docente investigador en universidades nicaragüenses y desde hace tres años hago investigación antropológica. A finales de 2018 llegué a Estados Unidos de América y me impactó muchísimo ver a tanta gente indigente viviendo en las calles y parques de las grandes ciudades.

Como periodista investigador y antropólogo desde hace varios meses empecé a investigar el fenómeno de las personas sin hogar (conocidos por el término inglés homeless) a través de la técnica de investigación participativa en una institución benéfica que atiende a este sector poblacional en riesgo en una importante ciudad cerca de la frontera canadiense-estadounidense.

Existe la posibilidad que algunas de esas personas a las que se les ofrece medicinas y alimentos gratis, con las cuales converso frecuentemente, haya estado contagiada. Sin embargo, también pude haberme contagiado en el bus o en el supermercado, porque el virus está en el ambiente y sobrevive muchas horas en diversas superficies.

El quinto día de estar enfermo sentí que moría. Experimentaba múltiples síntomas simultáneos: fiebre, tos, dificultad respiratoria, dolor de cabeza, picazón en la garganta, náuseas, diarrea y dolores musculares en brazos, piernas y espalda.

Ante estos síntomas múltiples llamé a emergencia del hospital para avisar que llegaría y darle tiempo al personal médico para prepararse y me atendieran bajo las medidas establecidas en los protocolos oficiales.

Al hospital entré por el área de ambulancias y mientras las enfermeras me conectaban a equipo que monitorearía mis signos vitales sentía que moriría, sobre todo cuando veía las miradas asustadas del personal médico que me atendía. Los ojos azules intensos de la enfermera que me atendía demostraban el miedo que el personal hospitalario siente cuando atiende a un paciente positivo al Covid-19.

Estuve aislado temporalmente en el hospital mientras un equipo médico monitoreaba mis signos vitales y aplicaba medicinas para mantener estable mi presión arterial y mis ritmos cardíaco y respiratorio.

Unas horas después que me estabilizaron me dieron de alta la noche del 24 de marzo y me enviaron a casa con estrictas órdenes de reposo absoluto, alimentación saludable, hidratación abundante y medicación para algunos síntomas: un gramo de acetaminofén o 600 miligramos de ibuprofeno vía oral cada ocho horas para la fiebre, loperamida para la diarrea e inhalador para prevenir un paro respiratorio.

Estando en el cuarto de confinamiento del hospital, rodeado de médicos y enfermeras con trajes amarillos herméticos de los pies a la cabeza, tuve una especie de déjà vu: siendo joven miré la película Epidemia, estrenada el 10 de marzo de 1995 y protagonizada por Morgan Freeman, Dustin Hoffman, Patrick Dempsey y Renee Ruso; en aquel momento, me impactó tanto que empecé a tener sueños recurrentes con las escenas de confinamiento y me despertaba sudando y asustado. Mis pesadillas de antaño… se volvieron realidad 25 años y una semana después de haber sido estrenada esta película.

En el contexto de esta pandemia hay que reconocer el esfuerzo que hace el personal hospitalario (médicos, enfermeras, personal de mantenimiento y de limpieza) y al personal de atención a emergencias médicas que anda en las ambulancias. Son las personas que intentan salvar vidas frente a un enemigo invisible, muchas veces en condiciones adversas y en alto riesgo de contagiarse, enfermarse y morir.

Al personal que me atendió en el hospital sólo podía verle los ojos y descubrí que ellas y ellos están horrorizados y tienen mucho miedo de contagiarse. Nadie mejor que ellos conocen las consecuencias de esta pandemia: enfermeras, médicos y personal de limpieza y mantenimiento están viendo morir diario a las personas contagiadas cuyos sistemas inmunológicos no han respondido apropiadamente ante el ataque del COVID19.

Según los expertos internacionales, hasta el momento la única medida de protección eficaz es el distanciamiento social, por eso es importante que no salgan de sus casas, tomen mucha agua y descansen. En estas circunstancias lo mejor es preservar la vida y la mejor manera es evitando el contagio.

El régimen Ortega-Murillo ha sido muy irresponsable al manejar inapropiadamente la emergencia y convocar a marchas creyendo que el discurso propagandístico frenará la mortandad que habrá en Nicaragua por no acatar las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud.

¡DIOS, SALVA A NICARAGUA!

 

 

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