Con un mortero al hombro, una bandera azul y blanco que usa como capa y una máscara de gas para protegerse de los gases lacrimógenos, Nahomy Urbina, de 21 años, lucha por una Nicaragua libre. Lo hace desde el tranque del Colegio San José en Jinotepe, Carazo. Desde hace doce días ahí duerme, ahí come, ahí ha hecho amigos.

Comandante MachaNahomy podría ser una auto convocada más, pero hay algo que la hace diferente: además de luchar por su país, ella lucha contra el cáncer. El pasado diciembre los médicos le diagnosticaron cáncer linfático. Eso, sin embargo, no ha sido impedimento para que desde el pasado 19 de abril saliera a las calles a exigir la salida de Daniel Ortega del poder.

La conocen como “Comandante Macha” o “La Macha”. Le dicen así, cuenta, porque tiene más amigos hombres que mujeres. De hecho, es una de las pocas mujeres que permanecen en ese tranque.

El año pasado, cuando los médicos le dijeron que tenía cáncer sintió que el mundo se le venía encima, que todo iba a acabar, pero eso ha cambiado, comenta. Hay días que ni siquiera se siente enferma, no siente ningún dolor. “Mucha gente decía pobrecita se va a morir, no me gustan que digan eso, porque aborrezco la lástima”, dice.

 

Entre morterazos y quimioterapia

Nahomy está bajo tratamiento. Tras una cirugía, debe recibir 12 sesiones de quimioterapia, de las que le quedan ya únicamente cuatro. “Ha sido bien duro y le agradezco a todas esas personas que me mandan mensajes lindos, me levantan el ánimo, porque uno con las terapias cae en depresión y esos mensajes de aliento son los que también me mantienen aquí en los tranques”, afirma. Hay días que se cansa más que otros, pero la lucha no la abandona.

La “Comandante Macha” ya es una cara conocida. Es originaria de Diriamba, pero en todo Carazo la gente sabe quién es y ahora la conocen en otros departamentos del país porque su historia y sus fotos han circulado en las redes sociales. Incluso, hay quienes han elaborado camisetas con una imagen suya cargando un mortero. Además de lanzar morteros, algo que aprendió en las marchas en Managua, es una de las que lidera las manifestaciones gritando las consignas con un megáfono.

Comandante Macha

 

Perdió el miedo

Los asesinatos que ha cometido el Gobierno, asegura, la hicieron perder totalmente el miedo. Al inicio, participaba en los plantones y manifestaciones. Después comenzó a ir a los tranques. Lo hacía por las tardes y regresaba a su casa a la medianoche, pero mientras aumentaba la represión y los ataques de grupos paramilitares y antimotines hacia los manifestantes, ella sintió que debía apoyar más y quedarse a dormir ahí, en los tranques. Y eso, es lo que ha hecho por los últimos doce días.

Al inicio, sus padres no estaban de acuerdo con lo que hacía, pero ahora la apoyan. “Yo entiendo que mis padres se preocupan por mí, hasta trataron de castigarme para protegerme, pero me puse en rebeldía y así salí a las calles”, dice.

A través de las redes sociales, asegura, ha recibido amenazas de muerte, pero eso no la asusta porque dice que la quieren meter en miedo para que abandone la lucha. “No siento miedo por mí, sino por mi familia y los muchachos, porque son unos niños, yo les digo mis cachorritos”, asegura.

Al igual que las decenas de miles de auto convocados en Nicaragua, Nahomy está convencida que Ortega se tiene que ir. “La ambición de poder lo corrompió y lo convirtió en un asesino”, asegura. Y hasta que él no se vaya del poder, dice, ella tampoco dejará las barricadas.

Cortesía: La Prensa

 

No pregunten mi nombre, sólo soy una mujer que aún cree en un futuro mejor, donde se respire libertad y se pueda hablar de amor en cada esquina, que podamos ver el atardecer multicolor mientras escuchamos cuentos de los abuelos, sólo interrumpidos por el canto del cenzontle, sin miedo a las balas y a la traición.

Si muero, no me lloren ni me dediquen tontos discursos ni me recuerden con lástima ni ensalcen mi nombre al nivel de los dioses del Olimpo, que sólo habré cumplido mi deber.

Aspiro a vivir, a poder contar en otro tiempo historias de rebeldía, a despertar cada mañana con el beso del sol, a enamorarme una y mil veces de la risa de los niños, de la mirada clara, de las palabras llenas de verdad; aún no me doy por vencida.

No sé si tengo miedo o si extraño a alguien, no sé si en este momento hay alguien que piense en mí ni cuánto tiempo seguiré en esta lucha; mi coraje se funde con la esperanza lo mismo que la lluvia se mezcla con mi sudor.

Mi nombre es el de cada madre que llora por su hijo asesinado.

 

 

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