La imagen de la Sangre de Cristo que permanece en la Catedral de Managua y que fue quemada en un acto calificado de “terrorismo” por el cardenal Leopoldo Brenes llegó a Nicaragua hace 382 años. Se trata de una de las imágenes religiosas con más historia en el país.
Según los registros de la iglesia católica, la imagen llegó procedente de Guatemala en 1638 y antes de ser llevada a la Catedral de Managua en 1993, estuvo en al menos tres iglesias de la capital nicaragüense: Basílica San Antonio, luego fue trasladada a Monte Tabor y luego a la parroquia Pío X en Bello Horizonte. De ahí pasó a la Catedral.
Monseñor Miguel Mántica, párroco de la iglesia San Francisco de Asís, en Managua, exaltó el valor de la imagen de la Sangre de Cristo al recordar que ha acompañado al pueblo de Managua desde el Siglo XVII y además reveló en qué contexto es que llegó de Guatemala. «En aquel momento la iglesia en Nicaragua estaba empezando a hacer construcciones de templos más estables, porque al principios se celebraba en capillas provisionales. Se empiezan a hacer templos importantes y parte de reforzar el simbolismo de cada templo era tener imágenes valiosas. Así viene a Managua» indicó monseñor Mántica.
Primer templo de la imagen
Su primer templo en Nicaragua, cuenta en un documento Bosco José Rodríguez, misionero redentorista, fue uno conocido como Veracruz donde hoy se encuentra el Parque Darío. Cuando la imagen llegó al país, relata, «Managua no era ni pueblo, ni ciudad, ni mucho menos ciudad capital». Rodríguez cuenta que los traslados de un templo a otro han sido debido a los terremotos. «Para el terremoto de 1931… era Martes Santo, la preciosísima imagen de la Sangre de Cristo se encontraba en el templo San Antonio, que destruyó con el terremoto, no sufriendo ningún daño la venerada imagen».
La imagen fue hecha de madera policromada y se le atribuyen milagros, siendo uno de los más famosos detener la peste del cólera a mediados del Siglo XIX. La venerada imagen fue visitada por el Papa Juan Pablo II en el año 1996, en su segunda visita a Nicaragua.
Rodríguez en su texto describe la imagen: «Representación de Cristo en la Cruz, tallado en madera policromada, de la época del silgo XVII, de autor desconocido. Su cabeza está cubierta por una cabellera y una corona de espinas; también luce algunas veces un hermoso resplandor adornado, que es colocado encima de su corona de espinas. Color de piel morena sangrando de sus manos y pies, exactamente donde está clavado en la cruz…».
Rosario Murillo, vicepresidenta designada, dejó entrever, que el incendio en la capilla se debió a «las veladoras que encienden los feligreses que buscamos siempre cómo pagar promesas a nuestros santos, en este caso, a nuestra Sagrada Sangre de Cristo». El Cardenal Brenes, sin embargo, dijo que «dentro de la capilla (de la Sangre de Cristo) no hay ninguna vela». Monseñor Silvio Báez escribió en su cuenta de Twitter: «Me uno a mi hermano Card. Leopoldo J. Brenes, al condenar con profundo dolor el sacrilegio contra la consagrada imagen de la Sangre de Cristo. Coincido con él que en esa capilla no hay velas ni cortinas. Fue un acto terrorista contra la fe del pueblo católico de Nicaragua».
Con el ataque, asegura Monseñor Mántica, el pueblo creyente ha sido «herido en sus fibras religiosa más íntimas».
Cortesía: La Prensa