1874. José de la Cruz Mena. Natalicio

    José de la Cruz Mena
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    May 3, 2016 all-day America/Los Angeles Timezone
    2016-05-03T00:00:00-06:00
    2016-05-04T00:00:00-06:00

    3 de Mayo de 1874.

    José de la Cruz Mena Ruíz (León, 3 de mayo de 1874 – 22 de septiembre de 1907).

    Fue Compositor, músico y director de orquesta nicaragüense, reconocido como el músico clásico que más asimiló la influencia de los grandes maestros austríacos del vals dándole un toque personal en la composición de obras musicales abordando temas autóctonos.

    Fue el principal representante armónico de la cultura leonesa de fines del siglo XIX y principios del XX y es llamado “El Divino Leproso” porque murió luego de padecer lepra.

    Sus padres fueron Don Yanuario Mena y Doña Celedonia Ruíz. Comenzó a estudiar música con su padre, de quien aprendió la ejecución del cornetín. Fue asistido por su hermano mayor Jesús Isidoro y luego estudió con el maestro director Alejandro Cousin. En el año 1888, a los 16 años, ingresó a la Banda de los Supremos Poderes.

     


     

     

    Él estuvo presente en los grandes acontecimientos de la sociedad leonesa dándole vida a cada festejo con sus notas musicales ejecutadas por las mejores orquestas. Gran compositor de temas religiosos y de géneros ajenos a las fronteras del vals.

    En esos tiempos en los que las discomóviles eran asuntos de ciencia ficción y en los que la música era por encargo, el maestro José de la Cruz Mena era uno de los más respetados talentos leoneses.

    Alma atormentada que divagaba en las tinieblas como sombra que acecha, condenado a vivir en un exilio doloroso en el que no solo le aquejaban las heridas del cuerpo cubierto por lepra, sino el hielo social que carcomía a quienes, como él, habían tenido la desgracia de albergar el maldito bacilo.

    Fue su vida un juego perfecto de antítesis. La luz de sus ojos se apagó por la ceguera, pero su existencia se iluminó con el genio musical. Su piel se laseró pero su alma se hizo fuerte como roble y fructífera en gratitud para con quienes le tendieron la mano, de hecho gran parte de sus grandes piezas las produjo como homenaje a sus bienhechores.

    José de la Cruz Mena, el maestro, es de esos hombres que se hacen más grandes en medio de la miseria..

    Nacido en León, tierra que también lo vio morir, se labró un gran futuro como músico gracias a que tenía la herencia tanto por sus raíces maternas como por las paternas.

    Desde muy niño empezó a desarrollar su talento junto a sus hermanos, aunque su padre advertía en él especial devoción y pasión por la música.

    “Cuando aún era pequeño y entre todos sus hermanos, José de la Cruz fue uno de los más sobresalientes y apasionados por la música, quizás el que más deseó aprender su técnica, su magia”, se lee en la obra Brevario de investigaciones musicales nicaragüenses.

    En dicho libro se cita al maestro Edgardo Buitrago sobre un encuentro entre Mena y Rubén Darío. Según la narración, el joven Darío llegó al colegio del músico y ambos se observaron detenidademente como si él uno adviertiera el gran talento del otro.

    Viajes

    Su talento inigualable lo llevó a que con 15 años, pudiera integrar la Banda de los Supremos Poderes, donde le designaron la ejecución del bugle, el cual se convirtió en su instrumento predilecto. Luego viajó a Honduras, donde fue integrado a la Banda Nacional y de ahí se marchó a El Salvador, para ingresar a la Banda de los Supremos Poderes.

    De ese país al que llegó cargado de ilusiones, salió abatido con la terrible noticia de que padecía lepra. En el hospital donde fue atendido, compuso para la madre superiora villancicos y un Ave María, siendo esta última grabada e interpretada con éxito en España.

    Si antes había tenido que batallar contra la estrechés económica, lo que le venía ahora era mucho más difícil de enfrentar.

    Sabía que estaba condenado a recluirse en la isla Aserradores junto a los pobres desdichados a los que este mal les había arruinado la vida.

    Sin embargo, su talento lo salvó. Dedicó una marcha al general Zelaya, tan bella que el presidente decidió permitirle vivir su soledad junto al Río Chiquito en León.

    La música no solo lo salvó de Aserradores, también le permitió sobrevivir, pues componía temas por encargo y con ese dinero se ayudaba, aunado a la pensión que Zelaya le había designado para paliar su desgracia.

    Ahí, recluido y atormentado por la mutilante infección, no solo perdió la vista, sino también sus manos, pero eso no lo detuvo en su carrera como compositor, pues muchos jóvenes músicos entusiastas llegaban hasta su lecho para copiar las notas que él les dictaba por medio de silbidos.

    Despreciado por muchos, no solo por su enfermedad,sino por la magnifencia de su talento, tuvo su mayor momento de gloria en el teatro municipal que hoy lleva su nombre en León, donde su pueblo dejó de ver al leproso para ensalsar al músico.

    Transcurría el 15 de septiembre de 1904 cuando se anunció al ganador de los Juegos Florales en la categoría música. Era una noche lluviosa y en las afueras del teatro merodiaba una sombra que resplandeció cuando fue conducida hacia el interior del coloso donde Margarita Rochi interpretó las notas del vals “Ruinas”, que le dio gloria al “Divino Leproso”.

    “Los labios del artista enmudecieron. De sus ojos sin luz brotó un torrente de lágrimas y subió a las galerías más altas del teatro desde donde emergió su triste figura mutilada de leproso. Y los ojos de todos se volvieron hacia él y gritaban “¡Viva Mena!”, narra don Edgardo Buitrago.

    Según el maestro Donald Chamorro, director del grupo de Cámara Kinteto, “la personalidad artística de Mena y su relevancia se puede posar en cinco o seis hechos trascendentales. Empezando porque es un músico que se puede considerar uno de los grandes exponentes del pentagrama centroamericana de la época, puesto que sus obras traspasaron nuestras fronteras. Su música es patrimonio del istmo”.

    Asimismo, Chamorro enfatizó en que el maestro Mena destacó en la música religiosa y de salón, y que no se limitó a los valses, como muchos han creído erróneamente.

    Por otro lado, lamenta que no se conserve gran parte de sus composiciones, debido a que muchas las dictó a jóvenes con poca pericia musical, otras las vendió, por lo tanto no tenía un lugar fijo que le permitiera archivar su trabajo.

    Inmortal por su talento, Mena murió el 22 de septiembre de 1907, fue depositado en un ataúd donado por la municipalidad, fue enterrado acompañado por música en el cementerio Guadalupe pero al cumplirse 100 años de su muerte, sus restos fueron exhumados y trasladados a la Catedral de León, donde descansan junto a los grandes de la poesía, entre ellos Rubén Darío, aquel con el que se quedó viendo cuando eran niños.

     

    Amores de Abraham

     

    José de la Cruz Mena viaja a Honduras e ingresa a la Banda Nacional que dirigía entonces Don Adalid Gamero, de este aprendió a ejecutar barítono. Allí compone la danza “El Nacatamal”. Luego pasa a El Salvador, donde se incorpora a la Banda de los Supremos Poderes bajo la dirección del maestro Dreus y se infecta de lepra. Es cuidado en un hospital en donde obsequia a la Madre Superiora de ese centro unas “Avemarías”, enviadas posteriormente a España para su ejecución.

    En 1892 regresa a Nicaragua presintiendo ya su contaminación por la lepra que fue confirmada cuatro años después. Debido a ello tuvo que aislarse posteriormente en una cabaña en las márgenes del Río Chiquito, a doscientas varas al Poniente del Puente”. Y se dedica a componer música. Pero queda completamente ciego. Tenía entonces únicamente 22 años. Con el transcurso de los años, aqui recibieron sus dictados Jerónimo Castellón, Bernardino Turcíos, Rubén Galiano, Pantaleón Vanegas y Daniel Cuadra, de quienes el Fondo Histórico Documental de la Música Nicaragüense posee varios manuscritos. De José de la Cruz Mena, dicen que usaba como diapasón un trozo de riel que colgaba del techo de su cabaña.

    Esto -escribe el Dr. Edgardo Buitrago- “le obligó a encerrarse aún más dentro de sí mismo, dejando transcurrir su existencia al vaivén de una hamaca que colgaba de dos horcones de su rancho”. Pero varios jóvenes músicos ofreciéndose para transcribir al pentagrama su inspiración, llegan a visitarlo.

    El Presidente José Santos Zelaya fue gran admirador suyo. Tras el estreno de la marcha que el músico leonés le dedicó, dispuso lo siguiente; que se le concediera una plaza de sargento para solventar sus necesidades, que se le respetara en su retiro del Río Chiquito y que se le borrara de la lista de leprosos que habrían de transportar a la Isla de Aserradores.

    Su hermano Manuel Roldán Mena, autorizó a Don Juan Deshon para que se imprimieran póstumamente en Alemania sus “valses Ruinas y Amores de Abraham”. José María Vélez, un notable pianista español que hizo de Nicaragua su patria adoptiva, estuvo al cuidado de otra edición de los mismos valses, de “Bella Margarita”, dedicada a Doña Margarita Lacayo Lacayo, “Tus Ojos”.

    Con muchos valses compuestos con gran maestría, obtiene la fama en septiembre de 1904, durante la celebración de los primeros Juegos Florales de León, ganando el primer premio en música con el vals “Ruinas” que fue ejecutado por Doña Margarita Alonso en un solo de piano. Formaron el jurado Don Marcelo Soto, Don Pablo Vega y Raudes y Don Isaías Ulloa. Fue tal la alegría y el entusiasmo que provocó en el público su pieza que el galardonado -pese a su enfermedad contagiosa- fue llamado al Teatro Municipal para recibir la merecida aclamación:”¡Viva Mena!”, exclamaban repetidamente su pueblo a divisarlo en “el gallinero”, la galería más alta del teatro.

    El divino leproso murió en León el 22 de septiembre de 1907, en una soledad amarga sufriendo los cruentos dolores de su enfermedad. Los funerales de José de la Cruz Mena revistieron gran solemnidad y el Responso y la Misa Solemne de cuerpo presente se realizaron en la Capilla de la Catedral Metropolitana, acompañados por la Filarmónica dirígida por el maestro Pablo Vega y Raudes. Diez años sufrió la enfermedad, muriendo a la edad de 33 años en 1907, el primer director de sus famosos valses fue Don Marcelo Soto. Ahora, sus restos descansan en una de las gruesas paredes de la Catedral de su ciudad natal León

     

    REFERENCIAS:

    1. José de la Cruz Mena (Wikipedia)
    2. El Vals del dolor de José de la Cruz Mena – 25/Septiembre/2016 (El Nuevo Diario)
    3. El Divino Leproso de Río Chiquito – León Nicaragua – 6/Febrero/2011 (Lic. René Dávila – Blog)

     

     

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