Por Fabián Medina
Enero, 2020
Abril 2018
Aunque parezca redundante, recordémoslo una vez más: en abril de 2018 hubo unas protestas ciudadanas como hay en tantos países del mundo. La diferencia es que en Nicaragua la reacción del gobierno fue violentísima. Desproporcionada. Tiraron a matar como si de una guerra se tratara. Se le pasó la mano a tal punto que después de algo así ningún gobierno puede continuar en el poder. Es como que un hombre pretenda ser padre de familia después de matar a la madre de sus hijos. Ese es el primer hecho: el gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo ese mes dejó de ser viable para todos. No podía continuar.
Contradicción
Lo que sucedió, sin embargo, es que se suscitó una contradicción, a través de la cual se puede explicar por qué aún estas personas están en control del poder. Si por un lado no podían seguir como gobierno según los estándares más o menos aceptados ahora en el mundo, tampoco podían dejar el poder por los compromisos mafiosos con grupos económicos y políticos. Ellos diseñaron un sistema de gobierno que mezcló en una sola bolsa los intereses personales, familiares, empresariales, políticos y mafiosos con el Estado. Sin el control de gobierno se les cae todo y, si hay justicia, terminarían presos. En ese momento es que pasa de ser gobierno, porque ya no podían seguir siéndolo con tantas muertes encima, a ser una mara en ocupación de un territorio, que es lo que son ahora.
Mara
Imaginemos que una mara toma el poder en un país. La Mara Salvatrucha, en El Salvador, digamos. ¿Cómo se comportaría? En primer lugar establecería sus propias leyes, que serán siempre las que les convengan a ellos. Los habitantes del territorio ocupado pierden sus derechos. Mantendría el control por las armas y el miedo. Intimidando, secuestrando o matando a quienes no se someten, y creando una hermandad con todos aquellos que juren lealtad. Impondría impuestos extorsivos y se convertiría en la autoridad de facto del territorio, determinando quién puede y quién no hacer negocios, quién puede vivir y quién no, y marcando con sus símbolos a amigos y enemigos. ¿No es eso acaso lo que sucede en Nicaragua?
El origen
Traigo a colación todo esto que ustedes ya se lo saben, porque estamos olvidando la raíz de la crisis que vivimos. A partir de abril del 2018 los ciudadanos de todo tipo salieron las calles a exigir la salida del gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo porque ya no podía continuar, por una razón insalvable: reaccionó con una matanza a las demandas ciudadanas. No hay forma que un gobierno vuelva a ser aceptado después de eso. La rebelión nunca fue ideológica sino contra abusadores.
Unidad
Puede que algunos hayan salido a la calle porque son antisandinistas, puede que otros lo hicieran porque tienen diferencias insalvables con el gobierno de Ortega, a lo mejor otros lo hicieron por cálculos políticos, y en fin, pudieron haber miles de razones, pero nadie puede dudar que el principal motivo fue el hartazgo ante un gobierno que no respeta los derechos ciudadanos y llegó al asesinato masivo para controlar a quienes reclaman. En las marchas había amas de casa, ancianos, niños, liberales, sandinistas, conservadores y nadie, nadie, dijo alguna vez que alguien no podía estar ahí porque era de tal o cual pensamiento o porque en algún momento salió en una foto con Daniel Ortega al lado. Ahí vimos desde el general Joaquín Cuadra hasta a la diputada María Fernanda Flores. Y celebramos la inclusión porque sabíamos que era el momento de estar unidos todos frente a un mal mayor. Era la unidad de los distintos.
Mandato
Lo que inició en abril 2018 fue un mandato de unidad. ¿Se acuerdan cómo se celebraba a cada simpatizante de régimen que se convertía en opositor? De repente eso cambió y se comenzaron a hacer las cosas al revés. Todo opositor comienza a ser sospechoso. Dígame el nombre de algún opositor que no haya sido descalificado por otro opositor. ¡No queda nadie! En vez de sumar existe una lucha terrible por restar. En nombre de la unidad se anuncian separaciones. Hay gente que está más preocupada por el tamaño del pastel que tendrá cuando se vaya Ortega, que en sacar a Ortega para que haya pastel que repartir. Parece que dicen “si no soy yo es mejor que siga Ortega”.
Retroceso
Caminamos en la dirección contraria a abril 2018. Vamos manejando de retroceso y no nos damos cuenta. Eso es traición a los centenares de muertos, a los más de mil ciudadanos que en diferentes momentos han pasado por las mazmorras por razones políticas, a las decenas de miles de exiliados y a los centenares de ciudadanos de todos tipo e ideología que salieron a las calles bajo una sola premisa: que se vaya Ortega porque ya no podía seguir en el gobierno. Las diferencias ideológicas o políticas existen. No voy a negarlo. Y hay que debatirlas, cuidando si el mandato original de unidad, que incluye a todos los que se opongan a Ortega, incluso aquellos que ahora mismo trabajan para el régimen y podrían dejar de hacerlo.
Cortesía: Café con Voz (Facebook)