El Santo que no está en los altares
Por Danilo Argüello
Montreal, CANADÁ
Exclusivo para Nicas En El Exterior News
Hace seis décadas desapareció físicamente el poeta, prosista, orador sagrado, Azarías H. Pallais, ilustre hijo de la ciudad de León, figura cumbre de la literatura nicaragüense, sacerdote ejemplar que llevo una vida evangélica, que proyectó su irradiación en beneficio de los pobres, que vivió entre ellos y fue uno de ellos, a pesar de haber nacido en el seno de una familia de la clase alta.
Su vida brillante y transparente es una página escrita con la pluma de su santidad, en donde se leen conceptos profundos sobre la sensibilidad social, el desapego a los bienes materiales, el compartir el bien por poco que sea, el rechazo a honores y el no desear cargos dentro de la jerarquía eclesiástica, su constante y fundado inconformismo ante las injusticias sociales que denunciaba con conocimiento de causa, valentía, amor, cualidades estas que hicieron de el un sacerdote modelo de su tiempo y cuya vigencia imprime huellas a seguir.
Es digno de mencionar su preocupación por el semejante, cuando impulsado por su sensibilidad social tomó la decisión de alfabetizar al campesino Abel Ruiz Castillo, lo que era insólito y criticado por su clase; también su noble y amorosa actitud de repartir la cuantiosa suma de 10.000 córdobas, herencia que recibió de su madre cuando falleció en 1936; lo mismo sucedió cuando se sacó la lotería, premio que fue a parar a las manos de los desheredados de la fortuna, sus amados pobres, haciéndoles ver de esa forma el rostro del amor y de la santidad que fue la razón de su vida religiosa hasta dar albergue a prostitutas y desvalidos en la casa cural de Corinto, donde fue cura párroco siendo el sacerdote más preparado de Nicaragua y el mejor predicador y uno de los mejores de América Latina, cuyos sermones, discursos en entierros y actos culturales, encantaban a su auditorio, culturizaban , abrían surcos para sembrar la semilla evangélica que alimentó su vida apostólica y santa.
El investigador José Argüello Lacayo, en su magnífico escrito “Un Clásico Nicaragüense”, apunta sobre la afinidad de Pallais con Juan XXIII, por la apertura social, el ecumenismo, la simplicidad y otros frutos del espíritu; yo agregaría que también está ligado por el puente de la afinidad con Don Bosco, quien usaba sotana raída y hacía paseos con los necesitados. Lo que hacía Pallais y esto se comprueba en una de sus bellas y eruditas cartas a un artesano; y con el Papa Francisco, quien además de su orientación filantrópica vivía en un departamento y no en el palacio arzobispal de Buenos Aires y vive en el edificio Santa Marta y no en la suntuosa residencia papal como sus antecesores, lo mismo hizo el sacerdote leonés cuando fue director del Instituto Nacional de Occidente, no habitó la casa destinada a los que desempeñaban ese cargo, para dormir en un cuarto improvisado en una esquina de los corredores del internado.
El padre Pallais falleció el 7 de Septiembre de 1954. Sus restos yacen en la iglesia Santo Tomás, en Corinto. Sus frutos, palabras, acciones, su estilo de vida inspirado por las huellas luminosas de Francisco de Asís, fueron de un santo, y es un santo que no está en los altares.