por Arturo McFields Yescas
Diplomático, periodista y ex miembro del Cuerpo de Paz de Noruega (FK). Fue embajador de Nicaragua ante la OEA.
La izquierda latinoamericana está fracturada y confrontada ante los crímenes de lesa humanidad de la dictadura de Nicaragua. Las posiciones variopintas van desde la defensa cínica hasta la condena lapidaria.
Nicaragua conmemora ya 5 años desde la represión de las protestas cívicas de abril. El país entero es una escena del crimen. La brutalidad del régimen dejó un saldo de 350 muertos, 2mil heridos y medio millón de exiliados. Lo que pasó en este pequeño país ha impactado a toda Latinoamérica.
Argentina, Chile y México respaldaron una resolución del Comité de Derechos Humanos de la ONU, para que un Grupo de Expertos prorrogue sus investigaciones sobre Nicaragua. Honduras y Bolivia se abstuvieron de votar y la dictadura de Cuba quiso matar la iniciativa antes de nacer.
El escenario brutal de la tiranía de Ortega ha puesto a prueba a todos los gobiernos de izquierda y los ha obligado a replantear posiciones. El Presidente Gabriel Boric lo dijo así: “No se puede mirar para otro lado”.
Brasil. El gobierno del Presidente Lula guarda un silencio ensordecedor sobre los crímenes de lesa humanidad en Nicaragua. El líder del Partido de los Trabajadores se opone a cualquier tipo de sanción contra el régimen. Ha dicho sin ningún rubor que si Angela Merkel pudo estar más de una década en el poder “¿por qué Ortega no?”.
Argentina. El Presidente Fernández ha transitado de la ambigüedad cómplice, a la crítica clara respecto a las violaciones de derechos humanos en Nicaragua. Ojo, todavía mantiene una solidaridad ciega con las dictaduras de Cuba y Venezuela, abarrotadas de cárceles con centenares de presos políticos.
Colombia. El gobierno del Presidente Petro inició con una posición clásica de izquierda sobre Nicaragua. Ideología primero, principios después. El ex líder del M19 poco tiempo tardó en cambiar su posición y reconocer que Latinoamérica no puede tolerar la existencia de presos políticos en pleno Siglo XXI.
México. Andrés Manuel López Obrador procura una tibia condena contra el régimen de Nicaragua, mientras juega a ser el mariachi de las dictaduras de Cuba y Venezuela. Su cercanía ideológica pesa mucho. Demasiado.
Chile. El Presidente Gabriel Boric, desde antes de llegar al poder, fue un abierto critico de Ortega. Ha sido activo y muy vocal en condenar los destierros, las torturas, arrestos y otras violaciones a los derechos humanos. No ha tenido empacho en llamar a las cosas por su nombre y denunciar la existencia de “una dictadura familiar”.
Bolivia. El Presidente Luis Arce, ha mantenido una silenciosa solidaridad con la dictadura de Nicaragua. Ambos países utilizan el poder judicial como arma política para castigar a sus adversarios. Para Arce cuestionar a Ortega equivale a darse un tiro en el pie.
Honduras. La Presidente Xiomara Castro y su esposo Mel Zelaya, han defendido a la dictadura de Nicaragua abiertamente. En 2009, tras el golpe de Estado en Honduras, el régimen les dio resguardo y protección. Jamás han vuelto a realizar una visita oficial a Nicaragua, pero procuran abstenerse de votar contra Ortega.
Cuba. La madre de las dictaduras, con 64 años sin elecciones libres y más de 1000 presos políticos, ofrece su apoyo incondicional a Nicaragua. Al igual que Venezuela, comparte una historia común de terrorismo de estado y exilios forzados. Diferente país misma narrativa.
Las fracturas de la izquierda
El panorama de la izquierda latinoamericana parece desolador y sombrío. El compromiso ideológico suele cubrir multitud de transgresiones en materia de derechos humanos. Pese a esto, Nicaragua ha obligado a romper el silencio y las lealtades. Las fracturas de la izquierda latinoamericana son un buen síntoma. La indiferencia no es eterna. Vendrán tiempos mejores.